por MelGvra » Dom Nov 19, 2017 6:37 pm
Está bueno el chisme.
Yo siempre he tenido de esas experiencias. Es hereditario, con el pasar del tiempo me he dado cuenta que es más en las mujeres. Mis hermanos han pasado una que otra cosa, pero eso muy rara vez. Mi madre siente las muertes y la molestaron éstas presencias hasta que ella tuvo quince años. Mi madre se la pasó creyendo que a mí me dejarían de molestar hasta los quince, pero no es así.
He vivido tanto que hasta podría escribir un libro. Bromeaba con eso con un amigo incluso. No sé por dónde comenzar ni qué contar, casi todas han sido muy feas, que hasta parece que compiten por ver cuál es peor. Contaré unas cuantas.
Tengo buena memoria y recuerdos de cuando aún no hablaba. Mi cuna estaba en la habitación de mis padres y yo tenía como dos o tres años cuando me pasaba eso. Algo siempre se asomaba a mi cuna cuando ya era de madrugada. Me despertaba cuando sentía que ponía sus manos en las rendijas y crujía la madera cuando se recargaba. No era una presencia que me hiciera sentir bien, me daba mucho terror. Yo, en la cuna tan pequeña, me sentía atrapada y tenía el pensar de que algún día esa presencia me mataría. Yo estaba aprendiendo a hablar (expresar más cosas), pero no es como que tus padres te enseñen a decir "un ente me está jodiendo todas las noches y tiene jeta de asesino", entonces no sabía como expresarlo, ni siquiera me habían hablado de "fantasmas" y esas cosas, mi vida eran solo caricaturas, comida y no decir malas palabras; me sentía sola al no saber contarlo, tampoco tenía definido qué era lo que pasaba. Pero, tengo el recuerdo de la vivencia y hoy lo sé definir.
Sufrí mucho de la parálisis del sueño, en unas casas más que en otras. Solo eran gritos y amenazas lo que oía, sentía que me agitaban la cabeza y veía todo rojo como sangre o negro (negro muy profundo). Pero, fue a los doce años que vi un ente en una de las parálisis. Era un niño, pálido, tenía marcas de manos en el cuello, parecía tan sólido, no tenía ojos, ni dientes y lengua, esos espacios estaban huecos. El niño hacía ruidos como si tuviera dificultades para respirar. Estaba al pie de mi cama, parado. Su mirada hueca iba dirigida hacía mí.
Yo inicié:
-No... Por favor.
-Mamá.
-No soy tu mamá.
-Mamá.
-No... Soy una niña.
-Eres mi mamá.
Entre palabra y palabra, aquél niño se acercaba más a mí hasta que llegó a mi costado y me abrazó muy fuerte, se metió en mí, en mi vientre. Yo no podía hacer nada más que llorar.
Me dio pesar. Solo pensaba que, si realmente fue mi hijo, tal vez fui una mala madre, tal vez yo lo asfixié o permití que lo asfixiaran.
Se oía tristeza en su voz y desesperación.
Dejé de sufrir las parálisis, hasta que tuve quince años. Volví a sufrir una. Estaba tapada hasta la cabeza con mis sábanas. Solo abrí los ojos y recuerdo que sentí mucho frío, no se veía nada rojo sangre o negro, estaba todo... "normal". Entonces, empecé a oír una risa de niña.
Mis cobijas se levantaban en ciertas partes, como si estuviera jugueteando entre ellas, por donde se levantaba, es donde se oían las risas. Esa "niña", entre risas me decía:
-Mamá-aa, mamá-aa.
-No soy tu madre.
-Sí, eres mi mamá.
-...
-Mami, mami.
Yo pensé. ¿Cuantos hijos malditos tengo? Bromeando conmigo misma, tratando de distraerme, de engañarme sobre mi situaación. Entonces, hubo silencio, pero mis sábanas las seguían jugando y esa cosa habló con una voz espantosa:
-Muchos, perra.
Y me empezó a atacar. No se veía nada, solo se sentía helado donde se colocaba. Sentí un ardor horrible cuando me rasguñó el brazo.
Al día siguiente tenía ese arañazo en el brazo y moretones como de dedos en el otro y en los muslos. Supe que no había sido una pesadilla.
Hubo uno que no era mala presencia.
Lo empecé a sentir desde la secundaria. A cualquier hora del día lo sentía, en cualquier lugar y situación.
Cuando jugaba básquetbol y me sentaba a descansar, él aparecía de repente.
Sentía su fragancia, que olía muy bien a mi gusto. Recuerdo que la primera vez que la sentí, tuve la sensación de haberla olido antes, sentía que era un olor diario, pero de otra vida. Ese perfume no era como alguno que muchos chicos usaran, era único.
Cuando lo sentía a él, me daba la sensación de seguridad, paz y sentía amor. Suena raro, pero no era como estar enamorada del fantasma, pero tuve la seguridad de que era mi pareja de una vida pasada.
No lo veía, pero era un hombre de al rededor de treinta.
Con olerlo, sentía recordar cómo era físicamente.
Dejé de sentirlo y me dio una tristeza como de despedida.
Pero, desde ese momento empecé a tener premoniciones despierta -en sueños ya las tenía, pero nunca he sabido reconocer cuando estoy soñando una-.
Quisiera compartirles todo. Pero, mejor espero a sacar mi libro y ahí lo compran.
Bromeo.
O tal vez no.
O puede que sí.
No sé.
Pero, a mí me gusta ese don. Aunque haya sido atacada ya varias veces.
Llego a sentir temor en el momento y lo dejo de sentir, pues sé que estoy viva y soy más fuerte que esos. Eso no se debe olvidar, para no darles poder.
Y a las lectoras. Si creen en vidas pasadas. Lean a Brian Weiss.